Entre viento y arena
“No ando buscando grandeza”
Se sabe de lugares en el desierto que vuelven a la vida con las primeras lluvias de la temporada. Como por arte de magia, surgen de la arena cual espejismos los brotes líquidos de azul y verde que reviven el oasis, sirviendo de refugio al viajero en busca de descanso. Lo que hay aquí es temporal, pero necesario. Lo que sea que se busca está en otro lado, pero pasar por aquí es parte del trayecto.
Pensaba en esto al tiempo que la incertidumbre comenzaba a nublar mi horizonte. El lugar en la vida en que me encontraba parecía no ser la solución permanente. El proyecto en el que trabajaba llegaba a su fin y no parecía haber algo más allá que lo continuara o que justificara mi permanencia en él. Nada me habían comentado, pero la inquietud de que me lo fueran a decir al cuarto para la hora me empezó a preocupar.
Fue así que decidí comenzar a empacar de nuevo. Si iba a emprender de nuevo la búsqueda, tendría que empezar por reducirme a la mínima expresión, acomodar mi vida en cajas y continuar el viaje. Lo bueno, y malo, es que ya estaba agarrando práctica.
Mi recorrido por la biblioteca musical de César terminaba también con un reencuentro con Enrique Bunbury. Sonaba bien para agarrar camino.
Me sentí agradecido por lo que había encontrado y recuperado en este lugar, y en esta época. Un poco de nostalgia anticipada se asomaba en mis emociones. Era una pena no poder permanecer aquí, en un lugar tan apacible.
Con el fin del temporal comienzan a evaporarse las trazas del oasis. El viento revuelve el polvo de lo que quede para finalmente desaparecer.
No queda rastro del oasis ni de quien lo habitó, solo recuerdos entre la arena. Hasta que el siguiente temporal los traiga de vuelta.

