Buen intento

“I don’t dance but I make me want to”

No pasaba mucho por mi vida en aquellos días. Aún trataba de llevar todo con la calma que hacía falta después de la tormenta. Me enfocaba mucho en el trabajo, por lo que tal vez no fue una sorpresa que el siguiente giro en la trama saliera por ahí.

Lucrecia acababa de ingresar al equipo de trabajo, y fui elegido para acompañarla en el proceso de integración, mostrándole nuestra metodología y ayudándole a familiarizarse con los conceptos del negocio. No era la primera vez que me asignaban a alguien de nuevo ingreso, de hecho era una labor que me gustaba, siempre he tenido buena empatía con los que son nuevos y me agrada poder guiarles en el proceso. El problema es que la línea entre lo laboral y lo personal no siempre es tan clara, y si no la distingues bien, puede complicar las cosas, que fue lo que sucedió.

Lucrecia no solo era nueva en la empresa, acababa de mudarse también a la ciudad, por lo que tampoco conocía mucho del rumbo. Ofrecí mostrarle los lugares de interés para que pudiera dar una vuelta y relajarse; accedió con gusto. Ese día la pasamos muy bien, a mi me permitió salir de la rutina y a ella poder ver algo que no fuese el trabajo o su casa. A los pocos días me contó que tenía una perra, y que debía pasearla con frecuencia, pero donde vivía no había mucho para pasear, por lo que accedí a mostrarle algunos lugares que pudieran gustarles. De ahí sucedieron paseos y caminatas muy agradables, quizás demasiado, porque sin notarlo, algo más estaba pasando. Digo sin notarlo porque me di cuenta hasta después de semanas de salir con frecuencia y reconocer que pasábamos mucho tiempo juntos. Quiero pensar que ella se dio cuenta también por lo que pasó después.

Un día que fuimos a tomar un café consideró oportuno revelar un detalle importante: tenía novio. Me pareció un poco raro que, después de varias semanas de salir y platicar por horas no lo hubiera mencionado una sola vez. No lo hacia inválido, solo raro, por lo que era un buen momento para poner las cosas en su lugar. No dije nada, pero a partir de entonces trataría de mantener una distancia prudente. No se había hecho ningún mal y no había razón para ser más drásticos. Continuaríamos colaborando y siendo buenos compañeros de trabajo, ella regresaría cada fin de semana a ver a su novio en la ciudad de donde venía, y yo, pues nada, porque aquí no había pasado nada.

Si hubo un momento en el que se pudo apagar una llama y prevenir un incendio, fue ese. Desde luego que nunca se habla de las chispas que no causaron nada ni de incendios que no sucedieron.

æPor aquellos días continuaba escuchando la estación “Yellow room”, que me seguía sorprendiendo con música de todas partes, en este caso un grupo australiano que, aunque no llegó a ser tan conocido, me agradó bastante: The Incredible Kicks.


You may also like...

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.