Postales de un Sueño

postal

Odio el correo. No representa nada mas que sobres blancos amontonándose en los buzones y en los marcos de las puertas. En esta época gran parte de la población jamás ha recibido algo importante por correo. La tendencia es irreversible. Revisar el montón de sobres es un acto rutinario cuyo único resultado esperado es saber que se está al corriente con los pagos y nada mas.
En mi casa mi madre era la que se encargaba de esa labor. Supongo que le estresaba ver el montón de papeles acumulándose y arruinando la vista de la entrada de la casa. Mamá también era la encargada de hacer los pagos, así que difícilmente podía enterarme de lo que acontecía entre esos sobres y ella. Nada importante que eventualmente no terminara en el bote de la basura.
Un buen día un pedazo de cartón impreso se desliza entre los papeles y cae a los pies de mi madre. Es una postal. Se mete a la casa y deja el montón de papeles sobre la mesa. Se sienta a la luz del sol junto a la ventana y observa la postal con detenimiento.

“Ojalá estuvieras aquí. Saludos desde Tokio.”

Deja la postal lentamente sobre la mesa mientras su mirada se pierde en el tiempo a través de la ventana, como si un desfile invisible de recuerdos marchara frente a ella.
Después de unos minutos sacude súbitamente la cabeza mientras sale del trance y con una especie de autoreproche se levanta y reanuda sus actividades.

Podría haber sido un bonito recuerdo que trae otros recuerdos y nada mas. La postal permanece algunas semanas en el librero de la sala sin que nada alborote de nuevo los recuerdos de mi madre, hasta que otra postal aparece de nuevo entre los sobres de siempre.

“¿Te acuerdas del dia que nos agarró la lluvia saliendo de la escuela y terminamos empapados? Me volvió a pasar.. aunque solo ya no es tan divertido.. Saludos desde Londres”

Entonces mi madre entrecierra los ojos buscando este recuerdo que no encontrará porque nunca estuvo en su memoria.
Ibamos saliendo de la escuela sin plan ni rumbo definidos. Supongo que esas características definían nuestros lazos en términos generales. Para aquel entonces estaba bien.
Robarnos un par de horas de la tarde-noche nunca era mala idea. Caminar dando vueltas, esperar el camión durante horas o buscarnos entre clases para contarnos alguna tontería eran motivo suficiente para estar juntos. Jamás supe exactamente en que se nos fue tanto tiempo, pero aquel día saliendo de la escuela sería el epítome perfecto de aquellos años.

Nuestro andar despreocupado y la plática ligera nos hicieron ignorar las nubes de tormenta que se posaban sobre el atardecer. Cuando reaccionamos ya era demasiado tarde. Una lluvia torrencial se cernía sobre nosotros. Ningún refugio a primera vista parecía suficiente y el cielo no daba muestras de ofrecer alguna tregua. Habría lluvia para rato.
Tu casa estaba cerca y me ofreciste esperar a que pasara la lluvia. No lo pensé dos veces. De pronto, como si la cuestión del refugio nos hiciera impermeables, la lluvia dejó de importarnos y nos dirigimos a tu casa despreocupadamente. Entramos y me ofreciste una toalla para secarme. Estuvimos parados frente a la ventana viendo el agua correr por la calle, esperando sin éxito a que parara de llover. No pareció importarnos tampoco. Decidimos ver una película. No recuerdo cual y no importa. La noche comenzaba a transcurrir. La película terminó, la lluvia no.
No recuerdo quien dijo primero que hacía frío. Da igual porque terminamos abrazados. Platicamos otro rato. A pesar de nuestro tono irreverente de siempre, tal vez esa haya sido la conversación mas seria que alguna vez hayamos tenido. Sabíamos que la vida nos llevaría por caminos distintos. Soñar no costaba nada y esa noche soñaríamos juntos sin cerrar los ojos.

“Un día, cuando terminemos la escuela, deberíamos ponernos de acuerdo e ir a algún lado. A mi me gustaría ir a Londres”

Y comenzamos a hacer viajes imaginarios como si el tiempo fuera infinito. Mientras tanto, la noche y la lluvia seguían su curso. De pronto, el único sueño que faltaba comenzó a caer sobre nosotros. Caímos juntos, oponiendo una sutil resistencia a terminar aquel capítulo de nuestras vidas. Un beso suave y prolongado sería el punto final.

Desperté por la madrugada. La luna brillaba despreocupada en el cielo despejado, como negando lo que hace unas horas acababa de suceder. Tal vez fue un presagio de lo que habría de suceder en nuestras vidas. Hubiera dado todo porque esa tormenta durara para siempre.
La calma nos trajo de vuelta a nuestros días habituales. Pareció como si hubiésemos retrocedido en la linea del tiempo y esas horas que pasamos se hubieran recortado y guardado en otro lugar, en el baúl de los recuerdos que no sucedieron.
Otros sucesos habituales se escribirían en nuestra línea del tiempo. Finalmente esta línea se dividiría y cada quien seguiría un destino diferente. Las distancias en tiempo y espacio comenzarían a ser relativas entre esas dos líneas hasta perderse entre si. Poco importante supiste de mi y yo de ti, hasta que las postales aparecieron en mi casa.

 
Un día lluvioso mi madre llega apresurada. Abre la puerta como puede y unos cuantos sobres caen al suelo mojado. Entre los sobres se asoma un sello postal. Recoge rápidamente todos los papeles y se mete a la casa. Seca cuidadosamente la postal, saca una cajita de madera de su armario y la deposita solemnemente. Compartirá ese espacio con las otras y con otros tantos recuerdos, aunque algunos no los conozca.

“A pesar de estar tan lejos a miles de kilómetros creo que la distancia es relativa. No he olvidado nuestros sueños compartidos… ¿Y tu?”

Aún sigo pensando en lo que se supone que tendrían que significar para mí esas lineas. Al menos en algo tenías razón cuando escribiste la postal. La distancia es relativa, tanto, que cuando es mucha en tiempo y en espacio la que nos separa de alguien, da igual que sean miles de kilómetros o algunos metros bajo tierra.

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2 Responses

  1. Efrenk says:

    Aghhh, escribí un comentario y no aparece… Ya me dio flojera escribirlo de nuevo jajaja

  2. Kena says:

    …y esa noche soñaríamos juntos sin cerrar los ojos… como si el tiempo fuera infinito…

    Hubiera dado todo porque esa tormenta durara para siempre.

    —————————————————
    Sabes que no tengo nada más que agregar.

    Te amo bro.

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