Partida
“¿Qué hago contigo, amor?”
Unas notas de piano se escuchan con melancolía. Un ritmo suave y melancólico de jazz acompaña la melodía de nuestra última canción en casa. El momento de partir ha llegado.
Mi mamá tenía este disco de Francisco Céspedes, que habría de convertirse en la caja musical para mis recuerdos de nuestros últimos días como familia. Lo recuerdo más por sus melodías melancólicas que por las alegres, tal como lo que vivimos.
Se intentó de todo, pero al final las cosas ya no funcionaron. El nucleo familiar se había desintegrado y ahora cada quien tenía que decidir qué hacer. Mi hermana y yo tomamos la decisión de vivir con mi papá. Para alguien adolescente es más fácil vivir con una persona que te ignora que con alguien que te sobrerequiere. Esta decisión habría de probarse equivocada, para ella algunas semanas después y para mí en años. Si no podíamos saber que pasaría mañana, mucho menos mas allá.
En ese punto las cosas se pusieron aún más difíciles y tristes. Pasamos la última navidad con mi mamá y nos fuimos. Los restos de una familia quedaban en casa para la última persona en salir.
Escucho estas canciones y la caja musical de la memoria se abre. Me transporto en el tiempo y en el espacio a ese momento triste y me encuentro a mi mamá en aquella casa vacía. La abrazo y le digo que a pesar de lo amargo y oscuro, todo estará bien. El amor que en ese instante parece perdido nos encontrará después, y aunque no en las mismas personas, iluminará nuestras vidas y llenará nuevamente de alegría su casa y su corazón.
Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Nada es más simple, no hay otra norma: Nada se pierde, todo se transforma.
…
Y después de todo estamos aquí hijo, tú, yo y todas las personas que formamos parte de este caleidoscopio transformado… te amo.