De cosas inalcanzables

“Déjame, déjame…”

Fue cosa del destino que sonara esta canción cuando iba saliendo de la tienda ese día. La moda de los tazos estaba en el punto culminante de la primera ola. Todos los niños de entonces teníamos semanas jugando y coleccionando pequeños pedazos de plástico con personajes de dibujos animados. Empezaban los rumores de que había unos tazos más fuertes que los normales, los “mega-tazos”. Conforme pasaban los días comencé a jugar con otros niños que ya tenían estos nuevos modelos, mientras yo me preguntaba cuándo podría por fin tener uno.
Entonces compré unas papas ese día, y al buscar en la bolsa encontré por fin el tan ansiado trofeo.

Escuchar esta canción fue como escuchar el coro celestial de los sueños inalcanzables que por fin se cumplen.

Aunque sea por un solo momento.

Unos días después habría de perder ese tazo, como algunas otras cosas en la vida que se pierden porque simplemente no se pueden conservar.

En mi mente se repite inevitablemente esta canción como símbolo trágico del pasado, presente y futuro de algunos sueños.

æ Años después y con algunas cosas más, esta canción me inspiraría a escribir uno de mis relatos favoritos, con escencias de comedia y tragedia inocentes: Pinta de campeón

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