Problemas entre manos

“¿Como deshacerme de ti si no te tengo?”

Con el paso de los días del semestre fui desarrollando una relación simbiótica particular. Por mi cuenta puedo decir que quizá buscaba algo como lo que tuve con mis amigos de la preparatoria. No se qué estaba buscando _3110.

Éramos un trío particular. Dos chicas nuevas en la ciudad, una introvertida y la otra extrovertida, unidas en su aventura de encontrar su lugar en un mundo nuevo, con un muchacho, que si bien, conocía algo de ese mundo, tampoco había encontrado su lugar.

De pronto me convertí en guía, explorador y aventurero. Contramaestre de nuestra pequeña barca, porque _3110 era quien daba las órdenes; en una democracia reducida a su mínima expresión, donde Betsabé era un eco permanente de _3110, no podía ser de otra forma.

A veces me encontré en situaciones atípicas, haciendo la voluntad del grupo que no necesariamente era la mía, con un par de personas que no me querían tanto como me necesitaban. O quizá solo era una. O quizá no me querían.

Estas circunstancias poco favorables nos llevaron al día cero.

El cierre del semestre se estaba poniendo más difícil. Particularmente las pruebas de química y matemáticas demostraban porqué eran el gran rasero de una tercera parte de quienes ingresan que no pasarán del primer semestre.

En nuestro pequeño grupo las calificaciones comenzaban a preocupar. Los exámenes departamentales sabatinos eran retadores. No en vano tenían la capacidad de transformar los normalmente alegres y despreocupados viernes de un estudiante cualquiera en noches de preocupación y zozobra.

Así fue como terminamos un viernes en casa de Betsabé. La intención era estudiar para el penúltimo examen de matemáticas.

Después de estudiar un rato por la tarde, decidimos preparar algo de cenar. Con lo que no contaba era con que el tiempo se nos habría de ir con rapidez; que Betsabé vivía en una zona alejada de la ciudad y que yo ya no alcanzaría transporte de regreso a casa. Decidí probar mi suerte y hablé por teléfono con mi papá. Le conté la situación y pedí permiso para quedarme en casa de Betsabé. Mi papá accedió. Debí haber guardado mi suerte para otra cosa.

_3110 también pidió permiso y nos quedamos. Betsabé vivía sola en una casa que tenía su familia para que pudiera estudiar en la ciudad.

Estudiamos un buen rato más. El miedo de no alcanzar la calificación mínima requerida para continuar era bastante real como para pensar en malas ideas, como cualquiera podría hacerlo. Al menos eso creí.

Betsabé solo tenía una cama, en ella se acomodaron las dos. Yo resolví acostarme en el piso, con la opción de quedarme del lado de _3110 porque en la ventana del lado de Betsabé hacía mucho frío. Quizá en verano esta habría sido una historia distinta.

Dejando de lado la preocupación, el cansancio por el estudio y la incomodidad del suelo, quisiera poder decir que procedí a descansar, pero no. Lo que comenzó como un juego de manos terminó como un abrazo improvisado. ¿Qué estaba pasando? ¿Cuál era el punto? Si hubo alguna señal de que esto podría pasar, no fui capaz de reconocerla. Esa madrugada _3110 puso una duda en mi pecho que habría de nublar mi semblante y amenazar lo que nos quedaba del ciclo escolar.

Al día siguiente hablamos de esto después del examen. Me dijo que no debía malinterpretar la situación. Que no me confundiera y que en realidad ella no quería nada conmigo; que lo olvidara.

Saqué 12 en ese examen.

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