Amargura
“Qué más quisiera yo que ser feliz y darte amor”
Siento mucho haber creído que mis opciones eran excluyentes, haberme encontrado tan vacío, pero sobre todo, que en esa ausencia de tantas cosas, haya dejado de ser feliz, especialmente porque aun faltando tanto, siempre estuviste tú.
Definitivamente resultaba imposible cambiar nuestras circunstancias, pero estoy seguro de que un cambio de perspectiva hubiese marcado la diferencia, porque ciertamente no era el fin del mundo, sin embargo, ante la ausencia de un buen juicio de mi parte, acabé por terminar con el nuestro.
Nuestras vidas cada vez más diferentes separaban en apariencia nuestros caminos. Había cosas que al parecer tú no entendías de mi vida y viceversa. Aún así, viéndolo en retrospectiva, no era nada que un enfrentamiento directo con la realidad no pudiese resolver.
En mi defensa diré que fui sincero siempre, incluso en ese momento. Consideré injusto seguirte arrastrando en esta espiral descendente, ya que aún sin mucha claridad de pensamiento, nunca quise lastimarte. Por supuesto que sé que tus intenciones siempre fueron buenas, y lamento haber creído que podía mejor solo.
El Teseo de este laberinto decidió cortar el cordel precioso de Ariadne. Dividido a partir de entonces por su destino, no se supo dónde quedó más de Teseo, si en el hombre taciturno que salió eventualmente del laberinto, o en el que se quedó atrapado entre aquellos corredores oscuros, lamentando por siempre sus errores.
Ni la misma Ariadne pudo saberlo cuando se reencontraron.