Infierno personal

“a ella le gusta la gasolina”

Los conceptos reales de paraíso e infierno son personales, tanto, que puede ser que el paraíso de alguien sea el infierno de alguien más.

En mi versión del infierno se escucha esta canción en un ciclo infinito. Así fue como comenzó aquella noche en Aguascalientes.

Porque claro, en una coincidencia providencial para gente joven que busca divertirse, la competencia de natación a la que habíamos asistido coincidía con una pequeña feria de pueblo conocida como “Feria de San Marcos”.

Menciono esto en tono sarcástico, ya que es de hecho una de las ferias más importantes del país. Por supuesto que nuestro grupo era parte del objetivo de eventos como este. Desde luego que el entrenador nos pidió encarecidamente que si decidíamos asistir actuáramos con moderación y descansáramos adecuadamente, cosa que obviamente no iba a suceder porque la gente joven es bien conocida por moderarse y acatar instrucciones.

Consideré darle una oportunidad a esta experiencia, sabiendo de antemano que no me iba a gustar. La gente que insiste en que lo hagas con este conocimiento no puede considerarse amistad tuya. Tristemente en ese círculo no tuve nada parecido. Agrega una dosis generosa de presión grupal y tendrás todo listo para una experiencia desagradable.

El ritmo de esta canción se escuchaba a varias cuadras de distancia. Al entrar el contingente, porque desde luego que el ingreso es una multitud de personas que solo pueden caminar en una dirección, es recibido por escenarios de cerveceras, donde evidentemente hay chicas en bikini bailando y haciendo toda clase de cosas para lucirse e interactuar con la multitud. Nadie que precie su raciocinio puede no ofenderse por este tipo de exhibiciones y apelación a los bajos instintos de las personas; pero entiendo que esta sea una cuestión personal. ¿Quién querría pasar horas en este ambiente, con música de fiesta, gente por todos lados y alcohol prácticamente ilimitado? Claro, mis compañeras y compañeros de natación, jóvenes en plenitud con muchas ganas de divertirse, lo que sea que eso signifique.

La noche transcurrió como la visita de los siete templos en semana santa pero con antros. Alcohol, música de banda o reggaetón, mujeres semidesnudas y mucha gente en general; si me preguntan, difícilmente podría considerarse paradisíaco.

Decidí partir cuando las cosas ya llegaban a lo absurdo: compañeras mías quitándose la ropa en concursos por botellas de alcohol, cuando claramente todo el mundo ya estaba bien servido. Una de ellas por cierto terminó requiriendo atención médica por congestión alcohólica.

De los resultados en la competencia deportiva mejor ni hablar.

Ningún paraíso es obligatorio, ni todos los infiernos son opcionales. Con esos será más que suficiente.


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