Jugando a pasar el tiempo
“…cuando el juego se hace verdadero, bienvenido al laberinto eterno de fuego”
Por aquellos días el tiempo se volvió el enemigo a vencer. Si tan solo hubiera una forma.
Nunca he subestimado mi capacidad de pasar el tiempo, es una especie de habilidad secreta con la que siempre puedo contar.
De esta forma fue que el reto de pasar el resto del tiempo cuando no estaba trabajando fue, literalmente, cosa de juego.
Parte del concepto del limbo en el que me suspendí ese año está relacionado con el grado en el que me sumergí en el abismo de mi habitación y en el que pasé horas incontables.
Lo curioso es que el punto de lo que estaba haciendo nunca fue tan relevante; si bien, recuerdo qué juegos estuve jugando, ninguno dejó en mi alguna impresión considerable. Jugar era el juego, y el juego era lo que sea.
Lo que si recuerdo es haber compartido este tiempo con mi tío, quien aparecía y desaparecía en estas sesiones de esparcimiento, pero sobretodo recuerdo que entre las descargas de mi computadora apareció esta canción, que aunque no recuerdo haber descargado si se imprimió en mi mente musical por lo curioso que hacía que toda la situación se escuchara. Así que le daremos el crédito a mi tío aunque tal vez no se acuerde tampoco.
El juego pronto dejaría de serlo y el laberinto en el que nos refugiábamos sería sólo un pretexto para evadir la realidad que nos aguardaba al salir.
El juego verdadero.