Leyendas del rock en una moto
“Slow ride, take it easy”
“¡Y me compré una moto!” fue uno de los remates de aquel episodio de la caja con mis cosas.
Había estado esperando el momento más oportuno para decirte algo que sabía que no te iba a gustar, y como en ese momento ya estábamos en plena debacle, un poco más de leña no iba a hacer más intenso el incendio.
Por aquellos días mi amigo Gera estaba vendiendo su moto, y llevábamos un rato considerando la idea, hasta que me convenció, aunque la mayor parte de esos días estuvo guardada por obvias razones. Sin embargo, durante los días que siguieron a aquella alteración gravitacional definitiva, siguió un silencio notable por la ausencia de señales que cruzaran aquel espacio que se iba haciendo cada vez más grande.
Decidí entonces explorar esa recién adquirida libertad, ahora que muchos más lugares se encontraban a mi alcance.
Comencé a visitar de nuevo a mi abuelita, que aunque seguía viviendo igual de lejos, ahora podía ir y venir sin problema gracias a mi nueva movilidad. Fue en uno de esos días que coincidí con la familia de una de mis tías cuando escuché esta canción, cosa rara porque ciertamente no era algo que se escuchara en aquella casa.
Me asomé al cuarto de la tele y vi a uno de mis primos jugando un videojuego con una guitarra como control. Lo que al principio parecía ser una cosa de broma se tornó en una propuesta atractiva. Después de todo, ¿quién no ha fantaseado con guitarras imaginarias en canciones de rock súper intensas?.
Terminé comprando el juego “Guitar Hero III: Legends of rock” y pasando tardes divertidas con mis amigos jugando a que tocábamos. Después dejaría de ser un juego para convertirse en una aventura real, pero esa será otra historia.
De este momento me quedo con la emoción de escuchar música que me gustaba y distrajera, de otra forma aquél siencio del espacio hubiera resultado desquiciante.
A algunas personas, la música nos da aire para nuestras alas y energía para nuestra maquinaria.
Con eso puedes llegar a donde quieras.