Revelaciones de navidad

“It was only a kiss…”

Por cuestiones de trabajo aquella sería la primera navidad que pasaría lejos de mi familia. Ofreciste amablemente poder acompañarte en la cena con tu familia en lo que sería también, nuestra primera navidad.

Las cosas ciertamente habrían de ser diferentes a lo acostumbrado, como descubrir que no todas las familias celebran estas fechas de la misma forma.

Crecí con dos familias muy fiesteras, por lo que todas las reuniones se caracterizan por la presencia de música, baile y relajo en general; por lo que asumí que normalmente así sería con otras familias. El tono solemne de esta ocasión era algo distinto. Las palabras de tu papá y tu mamá como discurso ceremonioso en torno a la navidad y su importancia en la religión y la familia me tomaron por sorpresa, aunque solo un poco; era consistente con la imagen que tuve de tu familia por años.

Sin nada más que agregar, la cena transcurrió con tranquilidad, con los comentarios ocasionales aquí y allá para abrir la conversación sin conectar realmente con nadie, supongo que porque nadie ahí tenía una conexión más que la familiar.

Al poco tiempo, después de haber cenado con frugalidad, tu papá y tu mamá se retiraron a descansar, a una hora en que a veces mi familia ni siquiera ha terminado con los preparativos para la cena.

Fue así como quedamos tus dos hermanos y tú, con sus respectivas parejas, para pasar la noche. Lo digo en el sentido más abstracto posible, ya que no tenía idea de lo que haríamos después.

Decidieron que veríamos una película llamada “El descanso”. En la trama, dos chicas que viven en lugares distintos y que no saben bien que hacer con sus vidas, deciden intercambiar temporalmente de casa, como si pudiesen, aunque sea por un tiempo, vivir la vida de alguien más en vez de la propia, con todo lo que implica, como vivir esas vidas con alguien más.

Hicimos una pausa, porque uno de tus hermanos se tenía que ir. En lo que se despedían fuimos a la cocina por un poco de café.

Y así, como platicando de lo que llevábamos de la película, me soltaste una pregunta imprevista: que si en el tiempo en que no estuvimos juntos había besado a alguien más.

No supe si era un dardo envenenado o una duda auténtica surgida de la ingenuidad. Lo que sí sé es que la única certeza que había tenido durante la noche, la de que querías estar conmigo, y de lo que todo este episodio incómodo de la cena con tu familia era prueba; se perdería en ese momento desafortunado.

Verdad solo había una, y te la dije. Si.

No hubo detalles ni más preguntas, sólo el silencio de un reloj que se detiene, y después, el frío.

El frío del momento incómodo en que no me quisiste abrazar, el de no tener más interés en saber cómo terminaba la película, tanto que ni me acuerdo; el del camino a donde vivía, a mitad de la noche, sin saber si todo había ocurrido en realidad o incluso el de la duda de pensar si habría sido buena idea mentir.

Y el frío de la mañana siguiente, dudando también si a pesar de aquella revelación me seguirías queriendo igual, como yo a ti.

Vivir otras vidas y tener un final feliz solo pasa en las películas.


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