Remanso en tierra de nadie
“. . . . .”
Mi primer hospedaje en lo desconocido fue muy malo. Busqué opciones por el rumbo y las más accesibles eran departamentos compartidos para estudiantes. Probablemente desde ahí debí haber pensado que era una mala idea, pero en mi defensa diré que cuando acudí a la dirección anunciada la cosa se veía bien. Eran departamentos grandes, con cuatro habitaciones, cocina y baño compartidos y hasta un pequeño gimnasio en el área común del edificio. El departamento muestra tenía una sala de estar con pantalla y sillones para relajarse o ver películas. Aquello era efectivamente sólo una muestra y la realidad sería muy distinta, empezando porque el departamento que me asignarían sería otro, en otro edificio. Todo lo que podría estar mal lo estaría, y en la peor de las condiciones.
El lugar estaba sucio y descuidado, por no hablar de la cocina y el baño. El refrigerador era también de uso común en el más amplio de los significados: cualquier cosa ahí guardada podía darse por perdida, igual que en las alacenas.
Por supuesto que era un reflejo de las personas que ahí vivían, y el poco interés que tenían de hacer ese espacio habitable. Esto me llevó a pasar aquellos días encerrado en mi cuarto, con todo y mis cosas de comida y limpieza. Aquello más que un hospedaje parecía un refugio en tierra de nadie.
Escuchaba esta canción para tratar de dormir, recuerdo de tiempos mejores y símbolo del santuario que es imprescindible, entre otras cosas, para la paz mental.
Tendría que salir a buscarlo, igual que los templos de aquel juego.
Algún día terminaré ambas cosas.