Supuesta Trampa

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Supongo que debimos haberlo sabido desde que las cosas se pusieron mal. O a lo mejor si lo sabíamos, pero una cosa es lo que debimos haber sabido y otra lo que debimos haber hecho. El caso es que no hicimos nada en ese momento, y así decidimos continuar.

Supongo que ya no nos queríamos, pero ¿porqué continuábamos juntos? Ya lo sabíamos, pero no lo decíamos. Hay cosas que se saben pero no se dicen, y las cosas que no se dicen se demuestran; y tu y yo teníamos bastantes cosas que demostrar.

Supongo que fue entonces que tu y yo nos enfrascamos en un duelo de inteligencias con el objetivo de hacer caer al otro, de demostrar quién era el más débil para entonces dejar caer sobre sus hombros la responsabilidad de lo sucedido, todos los platos que estábamos por romper.

Supongo que entramos en un periodo que luego los libros de historia llaman “Paz Armada”, que es cuando los contendientes de un conflicto inminente respetan un pacto implícito de paz mientras se preparan para la guerra. Fue entonces que pasamos un periodo de relativa calma, respetando nuestro pacto implícito de cumplir con todos nuestros compromisos sociales y asumir nuestros respectivos roles. Todo en una cuidadosa interpretación de lo que parecía un ritual de combate. Fue por eso que me sorprendió que todo terminara en el primer asalto.

Supongo que nos preparamos lo mejor que pudimos. Y digo supongo porque tal vez nos preparamos de la misma forma aunque no para las mismas cosas. Supongo que fue tiempo suficiente porque durante el transcurso de un par de meses pudimos sobrellevar la situación manteniéndonos a la altura de las circunstancias, llegando incluso a dudar de nuestras verdaderas intenciones, pero no, porque eran nuestras verdaderas intenciones las que nos mantenían firmes y de haber sido de otra manera tal vez estaría contando una mejor historia.

Fue así como supuse que todo estaba listo cuando llegó la primera oportunidad. Estaba dispuesto a quedarme con la mejor parte y actuar sin piedad alguna. Al menos en eso no supongo, estoy seguro de que estábamos de acuerdo.

Supongo que fue casualidad, aunque supongo que por eso dicen que por eso pasan las cosas. El caso es que por esos días mi grupo de compañeros de la universidad decidió organizar una reunión. Lo supe porque me encontré en la calle a Adrián, un sujeto con fama de patán y con muchas mujeres en su historial. Digo esto no por no querer hablar mal de él, sino porque realmente por eso era conocido. Por eso y por haber terminado inexplicablemente la universidad.

Supongo que era un tipo con carisma y buena suerte. El caso es que supongo que decidió comentarme lo de la reunión por compromiso, a sabiendas de que desde siempre declinaba las invitaciones a dichas reuniones por no haberme sentido parte del grupo en aquel tiempo. Para su sorpresa decidí aceptar su invitación, y mejor aún, decidí ofrecerme como anfitrión con el pretexto de compensar al grupo por todas las reuniones a las que no había asistido.

Supongo que mi invitación fue recibida con sorpresa y agrado por el grupo, aunque no por el agrado genuino de volver a ver a un viejo compañero del que no se ha sabido nada y desea uno que esté bien, sino por el morbo de saber cómo le va, y si le va mal o peor que a uno, mejor. El caso es que preparé una reunión por demás espléndida, a la que tu accediste sin problema alguno. Supongo que como mi esposa siempre tuviste curiosidad de conocer al grupo con el que había convivido por tantos años y sobretodo curiosidad de saber si realmente eran tan malos. Supongo que tenías unas ganas secretas de demostrar, como en este momento, que el del problema era yo.

Supongo que las cosas salieron como lo había planeado, y digo supongo porque realmente no había planeado mucho, pero todo estaba saliendo de modo favorable a mis intereses. La presencia de Adrián agregaba el ingrediente preciso para hacer que las cosas terminaran mal, aunque al tener yo el conocimiento de todo podía dirigir el desenlace de los acontecimientos hacia donde me resultara conveniente.

Fue así como supuse que el exceso de alcohol, la fiesta y el buen compañero Adrián propiciarían las circunstancias perfectas para lo que quería que sucediera. A sabiendas de que Adrián había tenido sus asuntos con varias compañeras del grupo supuse que mantendría sus objetivos alejados de ellas y los pondría en lo que el llamaba “carne fresca”, por lo que alguien como tu sería perfecta al ser menor que todos nosotros y desconocida también. Por supuesto que los estados civiles y demás convenciones sociales eran de poca importancia para un tipo como Adrián, cosa que sabíamos todos y que hacía un tanto predecible el desenlace de los eventos.

Supuse que definitivamente pondría sus objetivos en ti, así que me tomé la libertad de desaparecerme un rato con el pretexto de traer más suministros para lo que sería la “tercera vuelta” de la noche. Ya para ese momento quedaba un puñado de asistentes, de los que me sorprendió conocer solo a unos cuatro o cinco. Quien sabe, la verdad es que no podía querer pretender en ese momento que conocía a mis compañeros cuando todo el tiempo quise pretender lo contrario. El caso es que para cuando volví, mis 2 objetivos estaban desaparecidos, o mas bien, donde yo quería.

Supongo que estaban donde yo quería porque esa había sido la intención desde el principio. Lo que nunca supuse fue si tendría los suficientes nervios de acero, el temple y la sangre fría necesarios para actuar como convenía. Pensé en esto último mientras me dirigía al estudio en busca de la cámara de video, aunque ahora que lo pienso igual pudo haber sido un arma, si la hubiese tenido desde luego. ¡Diablos! Lamenté en ese momento no haberme asegurado de que la cámara estuviera cargada y con memoria suficiente. Fue un alivio encontrarla en su base y lista para grabar. Supongo que ya tendría tiempo para agradecértelo después.

Supongo que ustedes supusieron lo mismo que yo, y aún así no les importó, no lo sé. El caso es que la evidencia parecía indicar que ustedes se habían tomado su tiempo, incluso como si no les importara el mundo a su alrededor, ¿o tal vez era por eso? No lo sé, pero las prendas en el pasillo no me hacían pensar otra cosa.

Supongo que al final no estuve tan preparado como creía, porque al presenciar lo que yo ya sabía que ocurriría me quedé pasmado. A través de las ventanas abiertas que daban a la terraza, detrás de las cortinas casi transparentes que alguna vez me empeñé en poner en vez de unas cortinas completamente opacas, pude observarlos con lujo de detalle. Lo que bien pudo haber sido algo espontáneo producto de un arranque parecía todo lo contrario, el encuentro de 2 amantes que se toman su tiempo para recorrerse y conocerse apasionadamente. Fue entonces que lo vi estrecharte entre sus brazos y besar tu cuello con suavidad, justo como yo sabía que te gustaba. Fue horrible presenciar aquél espectáculo que yo sabía que no debía haber insinuado, y mucho menos estar presenciando. Sin embargo ése era el momento. Tenía el poder en mis manos temblorosas que sostenían la cámara de video. Unos cuantos segundos de grabación serían suficientes para garantizarme la mejor parte del conflicto. El divorcio, la reputación, la autoridad moral, y todo lo demás. Sin embargo no podía seguir presenciando eso y creer que eso era una victoria mientras me sentía como el más perdedor de los perdedores. No grabé nada y salí de casa rumbo a ninguna parte.

Supongo que fue así como caí en mi supuesta trampa que supongo que estuvo mal supuesta desde el principio.

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1 Response

  1. Kena says:

    Supongo que eso pasa cuando la gente supone demasiado.

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