Ansiedad

“Echa a correr sin mirar atrás…”

Los días que sucedieron a la muerte de mi abuelo transcurrieron en calma, algo que viene bien para quienes buscábamos sobrellevar el duelo. Sin embargo, como amanecer de un día muy nublado, poco a poco se fueron revelando huecos importantes. La rutina y los espacios que de pronto habían cambiado comenzaron a revelar preguntas en silencio.

Si bien nadie me estaba cuestionando abiertamente, la ansiedad de no conocer las respuestas comenzó a transformarse en paranoia. Sentí que no hacía lo suficiente para mantenerme a flote, y que de pronto, la vida adulta llegaría a probar mi relativa independencia. Aunque mis abuelos me habían apoyado todo este tiempo, sentía que ahora yo debía apoyar.

Entiendo que sea una discusión subjetiva y personal, que haya quienes encuentren en la comodidad de la dependencia lo que necesitan para, eventualmente, transformarse en personas funcionales e independientes; para otros, el sonido de un reloj imaginario en cuenta regresiva comienza súbitamente a inclinar el plano. La ansiada metamorfósis no puede llegar más pronto, aunque aún no estemos listos para enfrentar a los demonios, reales e imaginarios, que nos esperan detrás de cada puerta.

El coro de esta canción suena repetitivo e imperativo. No me alcanzarán. No todavía.

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