Día de enero en septiembre

“…y todo va a pasar, pronto verás el sol brillar”

Kena fue mi única amistad de la universidad. En realidad eran pocas las cosas en las que coincidíamos. Probablemente nuestra relación se definía por el acompañamiento que nos dimos en momentos importantes, y aunque rara vez estábamos de acuerdo en algo, nos acompañábamos.

Este momento es un buen ejemplo. Su familia era de un pueblo a una hora de distancia de la ciudad, y regularmente iba de visita en ocasiones importantes. Tenía tiempo de andar con un compañero nuestro, quien era una persona graciosa y en general causaba una buena impresión, salvo por su ocasional costumbre de usar pants con zapatos, algo que era un tema recurrente en nuestras pláticas para molestarnos y en general hacernos reír.

El día de la independencia es una festividad nacional, y en particular ella disfrutaba de pasar la noche del grito en el pueblo con su familia. Este año tenía intenciones de llevar al novio, cosa que puede ser complicada para las familias en general, y para una tradicional como la de ella probablemente más. La parte del plan que me fue revelada consistía en invitarme también, para que, en compañía de su mejor amigo y su novio la situación fuera más relajada, en particular el delicado asunto de quién pasaría la noche con quién. Que yo les acompañara probablemente garantizaba el mal tercio que tranquiliza a las familias que prefieren pretender que nunca pasa nada.

El caso es que me convenció de acompañarles con el argumento de pasar la noche en el pueblo y partir a visitar a mi mamá al día siguiente, aprovechando estar ya a mitad del camino.

Si bien lo que sucedió aquella noche es digno de ser contado, lo guardaremos para la antología de situaciones absurdas que pasan cuando no pensamos bien las cosas, creo que en el tomo de lo gracioso.

Este recuerdo en particular gira en torno al viaje en carretera que hicimos rumbo al pueblo. A lo largo de los años hemos discutido una de nuestras diferencias más grandes, y esta ocasión fue quizá la más oportuna, por el potencial musical que un viaje en carretera representa. Me refiero a Shakira.

Para mí, ella representa aquello que se ha separado de su esencia, de lo que la hacía especial para mí, con el objetivo de permanecer relevante y de moda.
Para Kena era un ejemplo de evolución, de cambiar para mejorar, haciendo lo que sea necesario para lograrlo.

Cuando comenzó a sonar esta canción, Kena sumó a sus argumentos el de que, aunque hay quienes siempre andan sufriendo en desamor e incluso llegan a hacer de eso un modo de vida y parte de su esencia, hasta a esas personas les llega su momento, y el cambio que el amor es capaz de hacer en nuestras vidas. No sé qué tanto de este planteamiento lo decía por la artista, por ella misma o por mí, pero ciertamente no pude evitar sentirme identificado y se lo concedí.

Aún creo que el amor no precisamente cambia tu esencia, pero si te ilumina y te acompaña, permitiéndote ver las cosas de un modo distinto. Quienes hemos tenido esa suerte podemos confirmarlo, como las personas que iban en ese auto rumbo a Huichapan un día de septiembre. Quizás sus destinos estén completamente distantes ahora, algunos por sus malas decisiones y otros por las circunstancias; sin embargo, no olvidaré aquel viaje ni la estima que le tuve a mi amiga. Y por viaje me refiero a los años de universidad con todo lo bueno y lo malo que compartimos. Serán siempre parte de mi esencia, y espero que de la de ella también.

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