Furia

“This isn’t just a way to be a martyr”

Sin saberlo, Borja había iniciado un camino de destrucción que terminaría con la suya. Conforme lo fui conociendo pude percibir sentimientos de rencor y resentimiento muy arraigados, incluso más que los míos. Sentía que su vida no era como él hubiese querido, y aunque era en parte causado por algunas malas decisiones, estaba convencido de la forma injusta en que había resultado todo, como si fuerzas externas hubiesen confabulado para negarle los triunfos que él merecía.
Si bien, algo de esto me era penosamente familiar, diferíamos en algo importante: la reacción y el método.

El mejor microcosmos de lo que era su vida ocurrió un día de octubre. Mi jefe organizó una fiesta en su casa y nos invitó. Nada relevante pasó durante una o dos horas hasta que inesperadamente se terminó el suministro de alcohol. Desde luego que no fue por haberse evaporado misteriosamente, ya que había sido bebido con gusto por quienes ahí estaban. Por un momento tuve la impresión de que la reunión tendría un final prematuro, porque hay gente que al parecer no puede pasarla bien sin alcohol. Fue entonces que Borja decidió hacerse el héroe. Dijo conocer un lugar donde conseguir alcohol, clandestino desde luego, ya que en teoría, por la hora sería imposible conseguirlo en tiendas de conveniencia. Era evidente que ya andaba tomado, por lo que mi jefe me pidió que mejor manejara yo, por lo que salí con él.

Alcancé a Borja en su coche y le comenté que yo podía manejar, a lo que contestó un poco molesto que se encontraba en perfecto estado. Contra todo sentido común, decidí acompañarlo. Nos adentramos en una colonia que me era desconocida y después de unas tres o cuatro vueltas nos detuvimos junto a una casa cualquiera. Al frente había un sujeto de lo más sospechoso, porque claro, desafortunadamente estos lugares no cuentan con mostradores bien iluminados y amables dependientes. Borja se bajó del coche y habló con el sujeto, le dió el dinero y regresó a esperar, mientras el sujeto se fue por una de las calles a traer el encargo. Supuestamente. Transcurrieron como veinte minutos, tras lo que tuvimos que concluir que el tipo evidentemente no iba a regresar. Traté de convencerlo de que era mejor irnos, ya que en cualquier caso teníamos ya las de perder, por lo que puso el carro en marcha. Íbamos avanzando cuando de pronto se detuvo, tomó el bastón de seguridad, se bajó y comenzó a destruir con furia los vidrios de los autos y la casa en la que esperábamos al sujeto. Con la adrenalina al máximo, arrancó y nos fuimos a toda velocidad.

-Nadie me la hace sin pagarla -me dijo con una ligera sonrisa.

No dije nada. El resto del camino transcurrió en silencio, sin embargo, la noche y los sobresaltos estaban lejos de terminar.


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