Misión en una ciudad maldita

“Fallen, broken, every single time”

Cada semana había un objetivo que cumplir como parte de mi trabajo: sobrevivir a la Ciudad de México. La cuenta regresiva comenzaba tan pronto bajaba del autobús en el centro comercial Santa Fé, cerca de las oficinas corporativas del cliente al que me habían asignado.

Asistir a las revisiones semanales del proyecto era la parte sencilla; existir en aquella parte de la ciudad no es ningún reto si eres visitante ocasional y te mueves dentro de la burbuja. La verdadera ciudad está afuera, y para regresar a mi casa tenía que atravesarla. Prisa, tráfico, furia y sobre todo, mucha, mucha gente.

Cruzar aquel infierno de concreto y humo se convertía en una operación contrarreloj, puntos de verificación críticos y un estrecho margen de error. Tal vez exagero un poco; entiendo que ese episodio que yo vivía solo una vez por semana forme parte del día a día de millones de personas que ahí viven, y que, bien o mal, ya se han acostumbrado, e incluso perfeccionado el arte de sobrevivir en este laberinto y apreciar los tesoros que sin duda existen.

Pero ya habría tiempo después para las aventuras y expediciones. Por ahora me concentraba en regresar con bien a la tranquilidad de mi casa y mi rutina. Definitivamente no estoy hecho para este ritmo de vida.

Por fortuna Ricardo me compartió también un disco de Velvet Revolver, que continuaba la aventura de Guns n Roses sin el drama de su vocalista, para bien y para mal, y que retoma perfectamente el punto en el que se habían quedado, al menos para quienes como yo les habíamos perdido la pista.

Me ponía los audífonos, acomodaba mi mochila y apretaba el paso con firmeza para lograr el objetivo de la misión lo antes posible. Se escuchaba apropiado para estos días de supervivencia.


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