Mecanismo de defensa

“En los poros de tu piel, los errores cada vez más pesan…”

Iniciaba un semestre más en nuevos niveles de incertidumbre. El péndulo se había soltado ya en su punto más alto y ahora iniciaba su inevitable recorrido demoledor.

Sin muchas opciones para moverse, sólo queda prepararse para el golpe. Comenzaron a activarse mecanismos de defensa que me resultaban familiares.

Por aquellos días, la salud de mi abuelo se encontraba ya visiblemente deteriorada, por lo que sentí la obligación de apoyar con los cuidados que requería, incluyendo las estancias ocasionales en el hospital. Sería válido cuestionarse si la dedicación a estos deberes era en verdad tan demandante, o más bien una forma de refugiarme de lo demás. El mecanismo de aislarse de todo y de todas las personas mientras me hacía el fuerte y rechazaba cualquier tipo de ayuda tenía ya en mi un breve historial infame.

Lamentablemente y por decisión propia comenzaba este recorrido evadiendo sin razón a las personas que me querían.

Alguna vez me dijo mi abuela que si me iba a ir al infierno, sería por soberbio, y tal vez tenía razón; aún así, ni los peores caminos deben recorrerse en soledad, habiendo personas que te ofrecen su compañía hasta en las horas más oscuras. En negar la mano afectuosa de quien nos quiere ayudar está parte de nuestra perdición.

El equilibrio que cada vez me costaba más mantener sería alterado permanentemente por el siguiente golpe del destino.


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