El viaje de un comienzo
“Mírame a los ojos, no diré nada”
Consideré oficial mi pase a la adolescencia el día en que descubrí que comenzaba a tomar decisiones importantes por mi cuenta. Las cosas en la escuela me iban bastante bien y en general era un buen chico.
Entonces fui seleccionado para participar en un concurso académico a nivel estatal por parte de mi secundaria, el cual se haría en un municipio de la sierra, para lo que tendríamos que quedarnos la noche previa en una posada.
Comenté con ligereza el tema con mi mamá y con mi papá, quienes sin mucha preocupación estuvieron de acuerdo en dejarme asistir.
Me fui caminando a la escuela aquella tarde mientras disfrutaba la ansiedad de todo lo que estaba por vivir. En alguna parte del camino escuché esta canción. Entonces no supe ni quienes la cantaban, pero todo cobró sentido tiempo después cuando descubrí que el grupo infantil que alguna vez fue “La Onda Vaselina” ahora cantaba canciones más juveniles, como ésta, con el nombre “OV7”. Aunque estas canciones no eran realmente lo mío, como símbolo de transformación sonaba bien para mí.
En un viaje largo por caminos sinuosos, tres chicos y una chica competían por el trofeo de la timidez. Cuatro horas eran muchas para mantener el empate, así que decidí que cambiáramos de juego y saqué libreta y lápiz para jugar al ahorcado. Debió ser la primera vez que rompía el hielo en mi vida. Jugamos y reímos mucho. El resto del viaje transcurrió sin contratiempos. Me quedé en la posada con los otros dos chicos y la noche transcurrió serena.
Al día siguiente participé en la prueba como en un examen cualquiera. Quedé en segundo lugar. La amargura de no conseguir el primer puesto duró muy poco, pues para mí, pensar en lo lejos que había llegado después de un comienzo tan difícil me hacía sentir bien.
Fue una experiencia muy gratificante y lo que ocurrió en ese viaje fue mucho más relevante que cualquier premio que pudiera haber conseguido: te conocí.
Kabah? OV7? La selección nacional? Descubriendo a Alfonso adolescente…