Sobre la marcha

“Hoy te intento contar que todo va bien aunque no te lo creas”

Y llegó el mes de diciembre.

Con el desgaste físico y emocional de uno de los años más difíciles que recuerde, se antojaba un merecido descanso en la pausa invernal de fin de semestre. Pero no todavía.

Estaban contratando estudiantes para trabajar en la feria de la ciudad durante los quince días que esta duraba. Quince días sin descanso de trabajar entre multitudes irracionales en jornadas que terminaban hasta la media noche. La paga por ese periodo relativamente corto parecía razonable, considerando además que no tenía una fuente fija de ingresos y era poco lo que aportaba a la casa de mis abuelos. ¿Qué más podía pedir?

Sigo sin entender por qué hay gente que voluntariamente vive estas experiencias, empezando por el traslado. Seguramente hay un círculo del infierno en el que para llevarte a un lugar debes tomar uno de estos autobuses infrahumanos, que al llegar su turno, abren sus puertas para que la multitud desesperada extienda sus brazos y atasque los camiones indiscriminadamente, sin importar condición física o siquiera la dignidad de estas almas que en su deseo está la penitencia.

Esto es solo el comienzo. ¿quién quisiera pasar, y sobretodo pagar por esto? Bueno, hay quienes dicen que puedes comprar cosas a precios inmejorables, pasando por la experiencia única de los vendedores de feria. Hay quien dice que la oportunidad de comer lo que sea vale la pena por la cantidad y diversidad de puestos de comida, incluyendo por supuesto los económicos y legendarios hotdogs de 3 por quince pesos. Habrá incluso quien justifique el suplicio de las multitudes con tal de visitar las exposiciones de paises invitados, agregando por una módica cantidad la lectura de horóscopos de latitudes y orígenes lejanos.

Con seguridad, lo que más mueve a la gente a participar en este ejercicio de tortura colectiva son definitivamente los eventos del “Teatro del Pueblo”, que presentan cada noche a un artista o grupo invitado sin costo adicional para quien asiste (ya lo habrá pagado con sangre, sudor y esencias corporales ajenas a su llegada, y a su regreso).

En general invitan a artistas de banda, música grupera o ranchera.

Cada año hay dos o tres excepciones para quienes desean sumarse a la experiencia ferial, o darle variedad al suplicio de quienes consideramos esto como una opción laboral de temporada.

En fin, todo este desvarío para revelar que La Quinta Estación fue una de las excepciones de ese año, y poder grabar en mi mente la experiencia entre los coros de su canción más popular hasta el momento.

Trataba de mantenerme sobre la marcha, improvisando. Todo iba bien por ahora, con la suerte cada vez más escasa y necesaria, preguntándome a qué altura llegaría por fin el último esfuerzo que valga la pena.

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